Hace unos días, Laurent Lachal, de la consultora Ovum, me decía en el Cloud Academy Summit de CA Technologies, que esto de la nube está muy bien y estará mejor; será un gran mercado, pero que la maduración será lenta: se realizará gradualmente durante los próximos ¡diez años!
Y, por cierto, defiende algo en lo que estoy muy de acuerdo: que para sacar el mayor partido a esto de la nube, hay que preocuparse de lo que puede hacer y en qué nos puede ayudar, y olvidarnos de para lo que no sirve.
Pero volvamos a los de Redmond, de la Finca en España: un año después del nacimiento de Azure, la plataforma cloud de Microsoft, hay que reconocer que están haciendo lo imposible por afianzarse como suministrador líder por mucho sufrimiento, dinero y gente que le cueste cambiar de cultura, modelo de negocio e industria.
Microsoft, como casi todas las grandes de las TI, quiere ser una compañía cloud, más aún, 'la compañía cloud', con tanta trascendencia y predicamiento como tuvo cuando fue la del 'MS-DOS' o, más todavía, la de 'Windows'.
Para su andadura en la nube cuenta con dos baluartes, Azure, la plataforma de servicios (PaaS) y la creciente oferta de aplicaciones de software como servicio (SaaS) como BPOS, Office 365 y Dynamics.
Con buen criterio, Microsoft no quiere acaparar todo el escenario y una buena prueba de ello es la tarta de la infraestructura como servicio (IaaS) que, sin dejarla en un segundo plano, prefiere proporcionarla a través de partners y abrir juego y negocio a integradores y empresas de servicios TI que ven el cloud de infraestructura, software y servicios como un mercado con gran futuro y que interesa a usuarios grandes y pequeños casi por igual.
Y es que Windows Azure ha salido bueno. En un año ya tiene más de 30.000 clientes, cierto que muchos de ellos, en torno al 40%, son compañías de software y un 35% de servicios, lo que es una gran noticia para la compañía porque la clave del éxito de Azure depende al cien por cien de convencer a los proveedores de software y de servicios primero a que desarrollen y migren sus aplicaciones a la plataforma. Y luego a que las comercialicen como SaaS.
Hay que reconocer que Microsoft no ha perdido el tiempo en el tema nube, todo lo contrario. Trabajando con decisión y no haciendo demasiado ruido -igual para no dar pistas al enemigo- ha construido una estrategia y una oferta de producto muy sólida, adelantada a sus competidores. Incluso está consiguiendo lo más difícil: que los partners aprendan y quieran vender BPOS en lugar de licencias y cajas.
Estoy pensando en VMware, que es y lo ha conseguido casi todo en virtualización -algo esencial para el cloud- y que le está costando tener una oferta de plataforma. Tampoco Google tiene una propuesta homogénea, aunque sigue desarrollando su catálogo App Engine.
Y sin esperar a ver qué hacen los colegas, los de Azure siguen en sus trece de evolucionar su nube, enriqueciendo su catálogo cloud e industrializando la plataforma para que pueda llegar a todo tipo y dimensión de clientes. Para eso cuentan, y mucho, con el cosistema de partners y desarrolladores, donde claramente van por delante de sus competidores, así como en la continuidad de servicio que la firma garantiza.
En definitiva, madura rápido el cloud público de Microsoft, a la espera de nuevas propuestas de nubes privadas e híbridas, que llegarán en la segunda mitad del año. En paralelo progresa adecuadamente el software como servicio, igualmente esencial en el catálogo de la compañía con BPOS -Business Productivity Online Suite- y Office 365, que incluye las versiones online de Office, Lync, Exchange y SharePoint.
Creo que con Microsoft, Laurent Lachal se equivoca. No va a necesitar una década para consolidar su oferta y su mercado cloud. De seguir a este ritmo y con sus competidores indecisos sobre si son galgos o podencos, Windows Azure y el cloud de Microsoft estará en todas las listas de éxitos y superventas.